Ante falsas y absurdas acusaciones y matoneos que hemos recibido en los últimos días, nos mantenemos en alerta frente la situación generalizada de desalojos en la ciudad
El egoísmo, la desconfianza y el encierro en que vivimos es más desastroso que las constantes alzas de los precios. La descomposición social en la que vivimos –donde los niños estudian en contenedores como pequeñas mercancías, donde el otro es ante todo un peligro- la única preocupación que parece perpetuarse es el desastre de la economía. Pero no se trata sólo de que los sueldos bajen (directamente o a causa de la inflación) o suban, sino de que nuestra comida, nuestras relaciones, nuestro ritmo de vida continúan siendo una mierda.
Hace años, en la calle Avellaneda, hay una casa pintada de colores, que hemos dado en llamar La Sala. Este espacio, que no esta excepto de errores tiene la motivación de ser un espacio que alberga relaciones y experiencias sostenidas desde el apoyo mutuo y la horizontalidad, muy a contrapelo de la lógica que nos oprime; y eso a veces nos haga parecer un poco extrañxs.
En La Sala funcionan durante el año talleres abiertos a la comunidad, se comparten técnicas corporales, ciclos de cine-debate, existen varios emprendimientos laborales sin patrón, se editan y se comparten libros… En fin, se intenta revertir la amargura y la pasividad que los diarios, Internet y la televisión nos muestran como única realidad, intentando descubrir la realidad no como la dictan, sino a partir de nuestra propia experiencia.
Somos el mismo espíritu que se autoorganizó en la asamblea Gastón Riva al calor de la rebelión popular del 2001, que mantuvo la Huerta Orgázmika cultivando y descubriendo al tiempo de las plantas, hasta que las retroexcavadoras amarillas la destruyeron imponiendo el tiempo de la ciudad y las plazas-jaula.
¿Lo que decimos parece absurdo, inocente? Tal vez sea porque esta sociedad y su espectáculo logran hacernos ver como normal el desastre en que vivimos. La ciudad es cada día mas inhabitable, triste y hostil, y eso, en el fondo, lo sentimos todxs. Estamos en una tierra que es buen negocio para unos pocos (inmobiliarias, constructoras, centros comerciales, políticos) y el rincón donde funciona La Sala es un bien escaso, valioso para la vida de muchxs, pero improductivo a los ojos de la economía hasta no ser convertido en un edificio de 20 pisos como los que nos rodean.
Tal vez sea por todo esto, que venimos siendo blanco de hostigamientos y absurdas acusaciones por parte de la policía y sus acompañantes. Situación que nos mantiene en alerta porque sabemos que cuando se trata de negocios, no temen recurrir al chantaje, el matoneo y las causas armadas.
Y no se trata solo de nosotrxs. La Huerta de Saavedra fue incendiada intencionalmente hace un par de semanas, en Barracas la Biblioteca Los Libros de la Esquina tiene fecha de desalojo y en La Boca, al menos tres conventillos se han desalojado por medio de incendios. La especulación inmobiliaria esta destruyendo barrios y hoy necesita destruir estos puntos de encuentro, por ir en contra de esta normalidad asfixiante y sobre todo, por atreverse a estorbar en el aumento de su tasa de ganancia.
La Sala se encuentra abierta para quienes se acerquen con ganas de construir y compartir, y esa será la manera de mantenerla viva
ante los intentos de destruirlos, sean bienvenidxs.